Peces y paleta. Henri Matisse

Parece mentira que este cuadro de Matisse haya sido pintado pocos meses después del que veíamos ayer, Los peces. Aunque el motivo representado es prácticamente el mismo, la pecera de su estudio en el Quai Saint-Michel de París, la técnica es muy diferente. Aquí estamos ante una obra prácticamente cubista, de colores más limitados y apagados, con las formas mucho más simplificadas, el paisaje y los reflejos han desaparecido. Acababa de estallar la Primera Guerra Mundial, una época oscura en la que los artistas no se sentían con ánimo para transmitir mensajes optimistas. Las pinturas se hacen más críticas e intelectuales.

De todos modos, Matisse no descompone mucho los objetos así que podemos distinguirlos sin mucho problema: el taburete, la pecera, la maceta con la planta y la barandilla de hierro del balcón, elementos que aparecían también en el otro cuadro. Añade a la composición una manzana amarilla, que es el objeto que actúa como gancho cromático y que nos indica el punto desde el que tenemos que empezar a observar el cuadro. Una vez que hemos identificado todos estos elementos, Matisse nos invita amablemente a descubrir lo que hay a la derecha. Y aquí ya nos lo pone difícil. Lo único que podemos distinguir de forma más o menos clara es su paleta de pintor, un cuadrado blanquecino con un agujero en medio por el que sobresale un dedo pulgar. Lógicamente, este dedo no está amputado, se supone que debe estar pegado a un cuerpo, a un autorretrato del propio artista que solo podemos intuir a medias. Está sentado en una butaca o taburete tapizado en color rojo, con la paleta apoyada sobre las rodillas. ¿Podéis ver sus piernas, su pantalón negro? ¿Y el pincel con el que está cogiendo pintura de la paleta? El resto del cuerpo podrían ser esas líneas poligonales que vemos encima, aunque también cabe la posibilidad de que el torso quede fuera de la composición y que esas formas correspondan a la ventana.

Por lo general, este es el procedimiento que deberíamos seguir para observar cuadros cubistas: empezamos por los objetos que se ven bien y dejamos que el resto vayan apareciendo poco a poco. Es prácticamente imposible distinguirlos todos, con localizar unos cuantos podemos darnos por satisfechos. Eso sí, cuanto más practiquemos, más fácil nos resultará descifrarlos.

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